“Seis años, seis semanas y seis días…

Crimen de la Casa de Aramberri

 

…llevas de pie en esa columna Simón.”

Así comienza Simón del Desierto (1965), película de Luis Buñuel donde Silvia Pinal interpreta al Diablo, uno de mis favoritos, el Madre-Padre de Lou de Constantine y El Diablo de Bedazzled, encarnados por Peter Stormare y Elizabeth Hurley, respectivamente.

Película de Luis Buñuel

Simón del Desierto

Simón, un estilita ascético interpretado con severidad mística por Claudio Brook, se alza sobre su columna, intentando trascender las tentaciones terrenales. Pero no encuentra pureza ni redención; en su lugar, enfrenta a Simón con un desfile de absurdos: monjes con agendas dudosas, milagros ridículos, y el Diablo, encarnado con gracia diabólica por Silvia Pinal, que va de lo tentador a lo burlón con inquietante facilidad.

Luis Buñuel entrega una fábula corrosiva que flota entre lo sacro y lo grotesco, destila su obsesión por los límites del fanatismo religioso y la banalidad de lo humano. La narrativa, fragmentaria y cargada de simbolismo, desemboca en un final inesperado: un salto temporal que arrastra al espectador a un club nocturno de los años sesenta, donde Simón, ahora fuera de su pedestal, observa cómo la modernidad devora cualquier rastro de espiritualidad. Es un golpe maestro que convierte al film en una parábola sobre la imposibilidad de escapar de la naturaleza humana.

 

Con una fotografía árida pero exquisita de Gabriel Figueroa, Buñuel construye un escenario desolador que resalta la ironía y la decadencia. Simón del desierto no es solo una obra para reflexionar sobre la fe, sino también sobre cómo enfrentamos la absurdidad de nuestra existencia.

Ahora sí, hablemos de la causa de hacer esta entrega y para conmemorar el día en que Silvia Pinal dejó este plano terrenal.

Silvia Pinal:

Del surrealismo a la industria del cine mexicano

La Masacre de la Casa de Aramberri

La carrera de Silvia Pinal es un pilar en la historia del cine mexicano, marcada por su colaboración con Luis Buñuel en tres filmes inmortales: Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965). En estas películas, Pinal se consagró como una actriz capaz de moverse entre lo divino y lo perverso, encarnando personajes que desafiaban las convenciones sociales y morales de su tiempo. Su versatilidad y magnetismo hicieron de su rostro un ícono del surrealismo buñueliano.

Tras su etapa con Buñuel, Pinal se reinventó como una de las productoras más influyentes del cine y la televisión en México. Fundó la compañía Producciones Silvia Pinal, apostando por proyectos innovadores que ampliaron los horizontes de la industria, tanto en calidad como en alcance. Su legado como actriz también brilla con actuaciones memorables en clásicos como Virgen que forjó una patria (1972) y María Isabel (1968), donde demostró su rango dramático y su conexión con el público.

 

En televisión, fue pionera con programas como Mujer, casos de la vida real, que durante décadas dio voz a las historias de millones, convirtiéndose en una figura cultural respetada por su compromiso social. Silvia Pinal no solo encarna la evolución del cine mexicano, sino que representa su capacidad de adaptación y reinvención constante. Un verdadero ícono cuya estrella sigue iluminando generaciones, y personalmente me, inspira a usar todos los recursos posibles para alimentar la creación artística.

¡Viva por siempre Silvia Pinal!