“Lo primero que tiene que aprender un director es A que le paguen bien”

La voz de Emilio «El Indio» Fernández se eleva como un eco eterno desde el corazón de la Época de Oro del cine mexicano. Es un testigo inquebrantable de un arte que, a su vez, fue espejo y brújula de un país en constante transformación. Con su característico tono entre vehemente y melancólico, Fernández no solo reflexiona sobre el estado de la industria cinematográfica, sino también sobre las cicatrices y los triunfos que moldearon su carrera y su visión del mundo..

El Cine:

 Entre Riesgo y Pasión

“El cine es una apuesta donde pones en juego el alma y todo lo demás”, decía Fernández, con esa mezcla de realismo crudo y romanticismo feroz que lo definía. «Han empeñado hasta el perro», comenta casi con resignación, pero en su voz hay algo más: la reverencia por el sacrificio. La humildad, advierte, no es solo una virtud en esta industria, sino un requisito para sobrevivir en un entorno donde las glorias son efímeras y los fracasos, devastadores.

La Alquimia del Séptimo Arte

El cine, para Emilio, era una suerte de alquimia moderna: una transformación donde el barro de las experiencias humanas se convierte en oro narrativo. En este laboratorio simbólico, las historias no solo se cuentan, se viven y se comparten como fragmentos de un colectivo. Pero, en su opinión, esta formula ha sido envenenada por la corrupción y el descuido. El cine se ha vuelto “corriente y grosero”, dice, y su impacto en el tejido social lo preocupa profundamente.

La Revolución como Maestro y Musa

Sus recuerdos lo transportan a un México en llamas, el México de la Revolución. Allí, entre los ecos de disparos y los paisajes de polvo, el joven Fernández no solo fue moldeado como hombre, sino también como narrador. Escapó de una condena de 20 años, cruzó la frontera y sobrevivió en un mundo donde compartió espacios con figuras tan sombrías como Al Capone. La vida, para él, fue siempre una mezcla de drama y sobrevivencia, una narrativa que luego llevaría al cine con honestidad y crudeza.

Dolores del Río y el Renacer del Cine Mexicano

En un México necesitado de héroes y cuentos épicos, Fernández encontró en Dolores del Río no solo una musa, sino una cómplice creativa. Juntos, como alquimistas, destilaron las emociones del pueblo mexicano en películas que no solo fueron éxitos internacionales, sino también retratos vívidos de un país que oscilaba entre el dolor y la esperanza.

Crítica y Esperanza

El Indio Fernández no sólo criticó el estado del cine moderno en México, sino también a quienes lo consumen sin cuestionarlo. “Se han olvidado del gran cine”, lamenta, pero su nostalgia no es estéril. En sus palabras también hay un llamado a la acción, un deseo palpable de devolverle al cine mexicano su lugar como espejo del alma nacionala.

México: Un País de Prodigio

En las reflexiones de Don Emilio, México es una constante: un país vasto y diverso, herido pero poderoso. Habla con orgullo de sus dialectos, sus colores, sus historias. Y en cada película, en cada cuadro, buscó capturar ese prodigio, preservarlo y compartirlo.

Su impresionante

Filmografía

14 de diciembre de 1962

¡Hasta la Victoria!

Ver el Documental:

 Diálogo con Emilio «El Indio» Fernandez, por los Balibrera, Los Angeles